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-Hola.-dijo ella, tímidamente.

-Hola.-respondió el.

-¿Que tal?

-Muy bien. ¿Tú?-preguntó él. 

-Me..mejor, imposible.-respondió ella rompiendo a llorar.

-¿Que te ha pasado?

-Que soy idiota.

-No. No eres idiota.

-Si. si lo soy. No hago más que llorar por él. Le quiero, y me ha dejado tirada.- dijo ella.

-Ah, pues no llores.- sugirió él.

-¿QUE NO LLORE? ¿QUE NO LLORE? ¡ES MUY FÁCIL DECIRLO CUANDO NUNCA HAS LLORADO POR AMOR! Oh, dios, MÍRATE, eres impresionante; guapo, culto...-grito ella.

Él no dijo nada. Se giró y se marchó hacia una máquina expendedora. Cogió una caña. Se volvió a sentar al lado de ella. Partió la caña en dos y le ofreció un trozo a ella. 

-Bueno... eso no es cierto.-dijo el, mientras comía.

-Lo siento, ¿Que quieres decir con que no es cierto?-dijo ella.

-No soy tan culto...- dijo el esbozando una sonrisa en su perfecto rostro.

-Eres muy tonto, jajajaja. ¿Sabes que eres la primera persona que me hace reír? Eres un gran amigo...-dijo ella.

-Si, soy un gran amigo...